Educación Secundaria Obligatoria

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martes, 15 de mayo de 2012

LITERATURA ESPAÑOLA DE POSGUERRA



LITERATURA ESPAÑOLA DE POSGUERRA

I. INTRODUCCIÓN AL CONTEXTO HISTÓRICO
En 1945 finaliza la Segunda Guerra Mundial con la derrota de Alemania y se da paso al enfrentamiento entre los Estados Unidos y la Unión Soviética: las tensiones y rivalidades nacionalistas de los años 20 y 30 fueron sustituidas por la oposición entre el mundo comunista y el capitalista, la cual marcó el nacimiento de una nueva época, la guerra fría. Este periodo de gran tensión política coincide con un crecimiento de la economía mundial (plan Marshall). En el ámbito de la cultura, durante los años 40 y 50 se dejan sentir en las conciencias los efectos trágicos del enfrentamiento bélico, por lo que alcanza una gran repercusión el existencialismo. En España, tras la guerra, el inicio de la dictadura franquista y el exilio de muchos intelectuales hacen que se interrumpa la evolución natural de la cultura española, que se sume en un profundo aislamiento, vigilada por una férrea censura política e ideológica. En una sociedad sin libertad sumida en la miseria y el hambre, la literatura vive una época difícil que llega hasta los años 50. Solo parecen posibles dos posturas: o bien aprobar la nueva situación, o bien reflejar la desesperanza ante el futuro.

II.- LA POESÍA DE POSGUERRA


POESÍA EN LOS AÑOS 40
1. Poesía arraigada 
Cultivada por autores de la llamada Generación del 36, cuyo punto de unión es haber tomado parte en la contienda. Salvo excepciones (Miguel Hernández y Gabriel Celaya), pertenecen al bando vencedor y son complacientes con la dictadura. Su poesía adopta una forma clasicista (sonetos al estilo de Garcilaso) y dos tonos diferentes: uno heroico para ensalzar el momento presente, relacionándolo con el pasado imperial español, y otro intimista para ensalzar la belleza de la tierra, el amor dentro de la familia o el sentimiento religioso. Es una poesía totalmente conforme con la realidad. Sus órganos de difusión son las revistas Escorial, Juventud o Garcilaso; sus principales representantes, Luis Rosales, Luis Felipe Vivanco, Leopoldo Panero, Dionisio Ridruejo, y José García Nieto.

2. Poesía desarraigada 
En 1944 se producen dos importantes hitos poéticos: a) Vicente Aleixandre y Dámaso Alonso publican, respectivamente, Sombra del paraíso e Hijos de la ira. b) En León aparece el primer número de la revista Espadaña. Otras publicaciones destacadas son Corcel, en Valencia, o Proel, en Santander.
Los poetas “desarraigados” intentan reflejar la peripecia individual del ser humano en tiempos de angustia y dolor, de continua zozobra interior y exterior, y de falta de fe en el futuro. Se trata de una poesía existencialista, realista, que evolucionará muy pronto hacia la poesía social. El lenguaje utilizado es abrupto, casi violento, cercano al grito. Autores: Victoriano Crémer, Eugenio de Nora, José Hierro, Carlos Bousoño, Gabriel Celaya, y Blas de Otero. Un interesante grupo de poetas de la España de posguerra es el que se configura en torno a la revista cordobesa Cántico, fundada en 1947. Estos poetas cultivan una poesía intimista, de aliento romántico y notable riqueza expresiva (Pablo García Baena, Ricardo Molina, Juan Bernier). Dentro del llamado postismo destacan Carlos Edmundo de Ory, Ángel Crespo, Juan Eduardo Cirlot.

POESÍA EN LOS AÑOS 50: POESÍA SOCIAL
La poesía existencialista desemboca en la poesía social (1950-1964). Los escritores salen de su angustia interior y dan testimonio de lo que ocurre en la calle; con su protesta pretenden transformar la sociedad y tienen fe en que la literatura como motor de ese cambio. A partir de 1950, denuncian la marginación, el paro, la falta de libertad, y exigen la justicia y la paz para España, una patria amada y rota que
se convierte en protagonista de sus versos: Que trata de España (Blas de Otero), España, pasión de vida (Eugenio de Nora), Canto a España (José Hierro). Palabras como compromiso y solidaridad son las que mejor expresan el sentir de estos poetas, porque buscan compartir sus versos con los demás, con el pueblo, y que su obra no sea suya, sino de todos. Esta actitud les conduce a expresar sus mensajes con un lenguaje tan transparente que llega incluso, en el caso de Gabriel Celaya, a un prosaísmo extremo. Para ellos la poesía ha de ser una actividad tan social y tan necesaria como el trabajo o la justicia y otorgan a la palabra tanto valor como el aire que se respira.“Poesía necesaria como el aire que exigimos trece veces por minuto” Dentro de esta corriente, destacaremos a tres poetas: Gabriel Celaya, Blas de Otero y José Hierro.
a) Gabriel Celaya. Su obra más conocida se desarrolla a partir de 1947. La crítica ha reconocido su enérgico compromiso social, pero también ha criticado su descuido de la forma. Obras: Tranquilamente hablando (1947) y Las cosas como son (1949); ambas de su etapa existencialista. De su etapa social destacaremos: Las cartas boca arriba (1951) yCantos iberos (1955).
b) Blas de Otero: Es el gran poeta de la posguerra. Fue censurado y prohibido en repetidas ocasiones. Su obra, que tiene tres etapas, es una buena muestra de la evolución de la poesía española de la segunda mitad de siglo. Primera etapa. Existencialista. De tono desgarrado, se centra en la búsqueda angustiosa de Dios, del amor y del sentido de la existencia. Obras: Ángel fieramente humano (1949) y Redoble de conciencia (1951) englobados más tarde en el libro Ancia. Segunda etapa: Poesía social. Adopta una actitud de compromiso y solidaridad con los problemas colectivos de España. Obras: Pido la paz y la palabra (1955), En castellano(1959) y Que trata de España (1964). Tercera etapa: supone un cambio formal importante, casi cercano al experimentalismo. A esta época pertenece Hojas de Madrid (1968-1979).
c) José Hierro: Se integra en la poesía social con Quinta del 42 (1952) y Cuanto sé de mí (1959).

GENERACIÓN DEL 50
Por las mismas fechas que publican las obras mencionadas los poetas sociales, inicia su andadura una nueva promoción, la llamada «Generación del 50». Los que la integran se consolidan como poetas durante la década de los sesenta. Los más relevantes son, entre otros, Ángel González (Grado elemental), Jaime Gil de Biedma (Poemas póstumos), Claudio Rodríguez (El don de la ebriedad, Alianza y condena), José Ángel Valente (La memoria y los signos), Carlos Barral, José Agustín Goytisolo y Francisco Brines. Con ellos se acaba la poesía de la posguerra. Este nuevo grupo poético entiende la poesía como un medio de conocimiento y expresión de su realidad íntima. Los temas más frecuentes son el paso del tiempo, el amor y el erotismo, la soledad, la nostalgia por la infancia y la adolescencia perdida, la amistad y la familia.
LOS NOVÍSIMOS.
En los años setenta surge una nueva promoción de jóvenes poetas que huyen del realismo, los temas sociales y la estética precedente. Buscan la renovación del lenguaje poético en una constante experimentación. Los nuevos poetas son denominados «novísimos», porque algunos de ellos aparecen en la célebre antología publicada en 1970 por José María Castellet titulada Nueve novísimos poetas españoles. Dos de las figuras más relevantes del grupo publicaron su primer libro a finales de los sesenta: Pere Gimferrer (Arde el mar) y Guillermo Carnero (Dibujo de la muerte). Abrieron el camino a los demás, entre los que destacan José María Álvarez, Leopoldo María Panero, Antonio Carvajal, Martínez Sarrión y Antonio Colinas. Constituyen un nuevo vanguardismo en el que la libertad creativa y formal es absoluta.

POESÍA A PARTIR DE 1975.
A partir de 1975 decae el interés por el experimentalismo y aparecen muchos nombres nuevos en el panorama poético. El pluralismo es la nota predominante de un periodo que llega hasta nuestros días, pues no hay ninguna tendencia que de modo claro se haya impuesto a las demás, aunque sí se aprecia en general de nuevo el interés por la realidad cotidiana, íntima y personal con un tono reflexivo y casi coloquial (Luis García
Montero, Felipe Benítez Reyes o Carlos Marzal, tres representantes de la llamada «poesía de la experiencia») o elegíaco (Francisco Brines, Eloy Sánchez Rosillo).
Además de los mencionados, en las múltiples antologías que se han publicado en los últimos años suelen repetirse ciertos nombres: Juan Luis Panero, Miguel D’Ors, Jenaro Talens, Luis Alberto de Cuenca, Luis Antonio de Villena, Blanca Andreu, Vicente Gallego, etc.


III.- LA NOVELA DE POSGUERRA.
El ambiente de vacío y desorientación cultural propio de los años 40 es muy acusado en el campo de la novela. Se ha roto con la tradición inmediata: quedan prohibidas las novelas con contenido social o fuera de la ortodoxia católica, así como las obras de los exiliados. Es una época de búsqueda, de tanteos. Algunos autores, pertenecientes al bando vencedor y que ya habían publicado antes de la guerra, gozaban del favor del régimen y hubieran podido servir de puente entre ambas etapas (así, los falangistas Rafael García Serrano y Rafael Sánchez Mazas), pero sus aportaciones fueron escasas o no tuvieron eco. Otros, como J. Antonio Zunzunegui o Darío Fernández Flórez, alcanzarían cierta resonancia dentro de un realismo tradicional.

NOVELA EN LOS AÑOS 40: NOVELA EXISTENCIAL
Dos fechas suelen señalarse como indicios del arranque del género de la novela existencial: 1942, con La familia de Pascual Duarte, de Cela, y 1944, con Nada, de Carmen Laforet. Estos dos novelistas reflejan de forma amarga la vida cotidiana de posguerra, pero sin llegar a la denuncia social, cosa que la férrea censura hace imposible. Sus grandes temas serán la soledad, la inadaptación, la soledad, la muerte…Es sintomática la presencia de personajes marginales y desarraigados, desorientados y angustiados. Todo ellos revela el malestar del momento, pero sin salir de la esfera de lo personal, de lo existencial. Autores y obras: Los ya mencionados más Miguel Delibes, con La sombra del ciprés es alargada (1948) y Aún es de día (1949). También podemos citar a Gonzalo Torrente Ballester, con Javier Mariño (1943).

NOVELAS EN LOS AÑOS 50: EL REALISMO SOCIAL (1950-1962)
La colmena (1951) de Camilo José Cela, obra de protagonista colectivo, ambientada en un Madrid de posguerra sumido en la miseria económica y moral, supone un cambio importante y ha sido señalada como precursora de la nueva corriente. Los novelistas de la generación del 50 intentan dar testimonio de sus recuerdos de la guerra, de los conflictos de la vida colectiva española, de los ambientes concretos del trabajo en las diversas profesiones… y, al igual que los poetas, pretenden con sus obras producir un cambio en la sociedad. Esta novela supera a la existencialista en la innovación técnica y, sobre todo, en la actitud ideológica. Por un lado, adopta un compromiso ético, un testimonio crítico y una denuncia social; por otro, recurre en algunas novelas (otras siguen un realismo bastante tradicional) a las técnicas del cine y de la novela norteamericana o neorrealista italiana, coetáneas suyas. Los escritores que cultivan este tipo de novela utilizan un narrador oculto, como una cámara cinematográfica, que se limita a presentar los hechos y dejar actuar a los personajes con diálogos constantes. La obra cumbre de esta corriente es El Jarama (1956), de Rafael Sánchez Ferlosio. La otra corriente, dentro de la novela social, sería el realismo crítico, que no se limita a reflejar objetivamente la realidad, sino que pone de relieve las miserias e injusticias con ánimo de denuncia. Una obra muy representativa de esta tendencia sería La mina, de Armando López Salinas.
Autores y obras: 1. Jesús Fernández Santos (1926-1987) inaugura, según la crítica, el realismo social con su novela Los bravos (1954), en la que muestra la miseria de la posguerra en un pequeño pueblo controlado por un cacique.
2. Ignacio Aldecoa (1925-1969) fue también un gran escritor de cuentos. Destaca por su compromiso ético, la verosimilitud de sus historias y la precisión y belleza de su prosa. En sus obras narra el dramatismo y
la tensión del hombre en su lucha con la vida, el destino o el trabajo. Obras: El fulgor y la sangre (1954), Con el viento solano (1956); y Gran sol (1957).
3. Rafael Sánchez Ferlosio (1926) refleja en El Jarama la falta de ilusión y de sentido en la vida de unos jóvenes madrileños de clase trabajadora que pasan un domingo en un merendero del río.
4. Carmen Martín Gaite (1925-2000) muestra en Entre visillos (1958) la opresión de las mujeres bajo la losa de las estrictas convenciones sociales de la época.
5. Juan Goytisolo (1931) denuncia en varias de sus novelas de esta época la absurda vida desocupada y abúlica de la juventud burguesa. Obras: Juegos de manos (1954), Duelo en el paraíso (1955); y La isla (1961).
6. Ana María Matute (1926) escribe en esta época Fiesta al noroeste(1953), Pequeño teatro (1954); y Primera memoria (1960).

LA NOVELA EXPERIMENTAL DE LOS AÑOS 60
En los años sesenta y hasta 1975 aproximadamente, aunque no se abandona completamente la crítica y la preocupación social, prima la experimentación. El argumento pierde importancia, surgen nuevas formas de puntuación y tipografía, el lenguaje es más barroco y se emplean nuevas técnicas como el contrapunto (acciones paralelas), el perspectivismo (puntos de vista distintos sobre la realidad) y el monólogo interior (transcripción del pensamiento del personaje tal como fluye). El personaje suele estar en conflicto consigo mismo buscando su identidad o en lucha con el medio social que trata de destruirlo. La novela que inaugura este nuevo ciclo es Tiempo de silencio (1962), de Luis Martín Santos. Otras novelas representativas de esta tendencia son, entre otras, las siguientes: Si te dicen que caí, de Juan Marsé, Cinco horas con Mario, de Miguel Delibes, y Señas de identidad, de Juan Goytisolo. En 1974 se publica una original novela, Escuela de mandarines, de Miguel Espinosa, quien usa abundantes recursos formales pero siempre al servicio del argumento. Su autor parodia y satiriza de forma alegórica todas las instituciones franquistas y anticipa la vuelta a la narratividad.

LA NOVELA A PARTIR DE 1975
Desde 1975 hasta hoy, la novela adquiere un gran auge, pues es el género que despierta más atención del público y la crítica. Nos encontramos, como en la lírica, con un panorama plural por la diversidad tanto de tendencias como de autores; ahora bien, casi todos tienden a recuperar el interés por el argumento y el placer por contar una historia. Se prefiere, asimismo, el orden cronológico lineal, el lenguaje natural, la ambientación en un espacio urbano y el protagonista individual. Este suele ser un ser desvalido, inseguro, desorientado, que busca su propia identidad y ha perdido la fe en valores que expliquen el mundo de una manera óptima y con garantías. Esta vuelta a la narratividad tuvo en 1975 dos importantes exponentes: Cerbero son las sombras, de Juan José Millás, y La verdad sobre el caso Savolta, de Eduardo Mendoza. Podemos señalar algunas de las tendencias principales: la novela histórica, la de aventuras, la novela de la memoria y el testimonio, la policíaca y de intriga, la novela de reflexión intimista, etc. Hay que tener en cuenta que durante esta época democrática coexisten escritores de las décadas anteriores (Cela, Miguel Delibes, Ana María Matute, Martín Gaite, Juan Marsé, Goytisolo) con una promoción de nuevos novelistas, entre los que cabe citar (además de Mendoza y Millás) nombres como los siguientes: Muñoz Molina (Plenilunio), Javier Marías (Corazón tan blanco), José María Merino, Luis Mateo Díez, Álvaro Pombo, Vázquez Montalbán, Pérez Reverte, Almudena Grandes, Javier Cercas, etc.

IV.- EL TEATRO DE POSGUERRA.


TEATRO EN LOS AÑOS 40
La censura es mucho más férrea en este género que en otros, por lo cual las dificultades para expresar ideas contrarias al régimen, o simplemente nuevas, se multiplican. Mientras en Europa se representan obras renovadoras e irrumpe con fuerza el teatro del absurdo, en España se lleva a escena un teatro convencional que entronca con el melodrama o el teatro popular anterior y busca divertir y entretener a un público conservador. Solamente el llamado teatro del humor de Enrique Jardiel Poncela y Miguel Mihura supone alguna novedad.
1. EL TEATRO DE CONSUMO: Sigue las líneas de la alta comedia del XIX o de Jacinto Benavente. Hemos de distinguir entre:
-Un teatro “serio” bien construido, de autores que “manejan bien el oficio”, con diálogos sólidos, acción bien realizada, sorpresas calculadas, y que se desarrolla en interiores donde reina la comodidad y el confort; los personajes son casi siempre de clase media sin problemas económicos. Los temas se repiten: el amor, la infidelidad, altercados entre padres e hijos…, todo sin ninguna alusión a problemas sociales.
-Un teatro cómico sin compromiso, cuya crítica “muy suave” se centra en las costumbres de la burguesía pero tratadas con benevolencia. Algunos autores prueban con el melodrama moderado para reflejar, siempre superficialmente, los problemas morales o sociales.
Autores: José Mª Pemán, Juan Ignacio Luca de Tena, José López Rubio (técnicamente el mejor) con Celos del aire (1950); y Joaquín Calvo Sotelo, del que merece destacarse La muralla (1954), obra en la que por primera vez un autor de derechas introduce una reflexión sobre la Guerra Civil.
2. EL TEATRO DEL HUMOR: Al margen de este teatro continuista, sobresalen dos autores que realizan un teatro de humor renovado, con situaciones insólitas en las que lo inverosímil y lo absurdo se convierten en protagonistas. Tal vez lo más significativo sea su lenguaje ingenioso y nada convencional:
a) Miguel Mihura: su caso es revelador de las limitaciones del teatro comercial español durante el siglo XX, pues su primera y espléndida novela, Tres sombreros de copa, compuesta en los años 30, no se representó hasta 20 años después, lo que impidió que se consolidara en su momento una línea de renovación del teatro español. Mihura no regresó al teatro hasta los años 50, con Melocotón en almíbar, Maribel y la extraña familia… b) Enrique Jardiel Poncela (1901-1952). Ya escribía antes de la guerra. Maestro en el uso del lenguaje, de las situaciones absurdas y del humor abstracto de raíz intelectual. Obras destacables: Usted tiene ojos de mujer fatal (1933),Angelina o el honor de un brigadier (1934), y, ya de esta época, Eloísa está debajo de un almendro (1940) y Los habitantes de la casa deshabitada (1942).

EL TEATRO EN LOS AÑOS 50: TEATRO EXISTENCIALISTA Y SOCIAL
Es importante recordar el año 1949, pues en él se produce el estreno de una obra de capital importancia en la evolución del teatro español: Historia de una escalera de Antonio Buero Vallejo, que recibió el premio Lope de Vega y con la que se inicia la etapa del teatro comprometido, llamado de diversas maneras: existencialista, testimonial, social. En la década de los 50 aparecen, como en los demás géneros, inquietudes existenciales en el teatro de autores como Antonio Buero Vallejo o Alfonso Sastre, que alcanzan su plenitud literaria dentro del realismo social. Esta tendencia artística trata de reflejar la sociedad y al mismo tiempo influir en ella, hacerla más justa. Es un teatro de oposición al régimen.
1. Antonio Buero Vallejo: Mantiene una serie de aspectos constantes a lo largo de su obra: defensa de la dignidad del hombre, estudio de la naturaleza humana (el amor, la soledad, la hipocresía, la libertad) y crítica social. Se vio obligado a escribir eludiendo la censura. Se distinguen tres etapas en su obra: teatro existencial, teatro social y teatro último(con mayor preocupación por la forma). Obras: Historia de una escalera (1949),Las cartas boca abajo (1957), (etapa existencial); Las Meninas (1960), El concierto de San Ovidio (1962), El tragaluz (1967), (etapa social); La Fundación (1974) (última época). Por razones de espacio, solo comentaremos Historia de una escalera: se trata de un drama realista con ingredientes de sainete y de las obras de Benavente, pero con un enfoque existencial. El lenguaje es sencillo y directo, lo que da verosimilitud a la obra. Refleja la frustración de la sociedad (sin embargo, estéticamente supone un retroceso si se la compara con las obras de Valle-Inclán o García Lorca).
2. Alfonso Sastre: Desde muy pronto estuvo vinculado al teatro; en los 50 publica el Manifiesto del Teatro de Agitación Social. En 1953 estrena Escuadra hacia la muerte, que tuvo una gran acogida. Temas recurrentes en sus obras fueron la libertad, el poder, la opresión, la angustia y la culpa.
Es un autor que tuvo constantes problemas con el régimen y, por lo tanto, muy pocas oportunidades de estrenar. En 1985 recibió el Premio Nacional de Teatro por su obra La taberna fantástica, que tenía escrita desde 1966 sin haberla podido estrenar hasta entonces.
Otros autores de esta tendencia: Lauro Olmo, con La camisa (1962), y José Martín Recuerda, con Las arrecogías del Beaterio de Santa María Egipciaca(1970).
En los años sesenta, influidos por Buero y Sastre, un grupo de dramaturgos continúa el teatro realista y social que protesta y da testimonio de la situación injusta de la época con un tono desgarrado y una visión a menudo cercana al esperpento valleinclanesco. Sus obras ponen de manifiesto la alienación del individuo, víctima de situaciones extremas o degradantes. Algunos de las obras más representativas de este grupo son los siguientes: El tintero, de Carlos Muñiz; La camisa, de Lauro Olmo, y Las salvajes de Puente Genil (1963), de José Martín Recuerda. Es significativo el caso de Alfonso Paso. Abandona la crítica social de sus obras iniciales (Los pobrecitos) para escribir comedias ligeras y divertidas, como Usted puede ser un asesino o ¡Cómo está el servicio!, que lo convirtieron en el dramaturgo de más éxito comercial durante los sesenta. En este decenio también comienza a estrenar sus primeras obras (Los verdes campos del Edén, Noviembre y un poco de hierba) otro autor al que resulta difícil clasificar: Antonio Gala. Durante los setenta y ochenta se convertirá en el dramaturgo más popular con obras de gran éxito (Los buenos días perdidos, Anillos para una dama). La soledad, el amor y la libertad son los dos temas principales de su teatro, caracterizado por el tono poético, el simbolismo y cierta propensión al mensaje moral o didáctico. Por otra parte, en este decenio tuvo éxito entre el público burgués el teatro de Alejandro Casona, quien volvió del exilio en 1962 y pudo reestrenar varias de sus obras escritas años atrás: La dama del alba (escrita en 1944), Los árboles mueren de pie (1949) o La barca sin pescador.

TEATRO EXPERIMENTAL EN LOS AÑOS 70
Hacia 1970 surge un teatro renovador y experimentalista en el que pierde importancia la acción y el texto literario en favor de otros elementos del lenguaje escénico: la luz, la expresión corporal, la escenografía, el sonido, el vestuario, el maquillaje expresionista, etc. Uno de los autores más relevantes es Francisco Nieva, que cultiva un teatro de raíz vanguardista donde da cabida a lo onírico, lo dadaísta y lo simbólico con la intención de mostrar la esencia del hombre y provocar la catarsis liberadora en el espectador (en realidad, su teatro será conocido en nuestro país a partir de 1976). También hay que destacar la aparición, desde 1965, de innumerables grupos o compañías de teatro independiente que se rebelan contra el teatro comercial: Tábano, La Cuadra, La Cubana, Teatre Lliure, Els Comediants, Teatro Universitario de Murcia o Els Joglars. Representan sus obras en salas de escasa capacidad para un grupo minoritario.

EL TEATRO A PARTIR DE 1975
Desde 1975 hasta nuestros días siguen estrenando obras muchos dramaturgos arriba mencionados. Varios grupos independientes se convierten en compañías estables, pero poco a poco irán desapareciendo (con alguna excepción). Predomina en general, como sucede en la poesía y la narrativa, la línea realista, en la que se incluyen autores consagrados (Buero Vallejo, Sastre, Antonio Gala), dramaturgos de comedia burguesa con gran éxito comercial (Juan José Alonso Millán, Jaime Salom o Ana Diosdado) y nuevos autores que inician una tímida renovación formal (Ignacio Amestoy, Domingo Miras, José Sanchís Sinisterra) o se acercan a ciertos problemas sociales del momento (paro, droga, violencia, marginación social), como es el caso de José Luis Alonso de Santos (La estanquera de Vallecas, Bajarse al moro) y Fermín Cabal. El teatro experimentalista decae, pero con algunas excepciones destacables: el barroco y onírico Francisco Nieva, el polémico Fernando Arrabal (también se reestrenan sus obras iniciales, como Pic-nic y El triciclo, y otras escritas durante su exilio en Francia) y el grupo independiente y antitradicionalista La Fura dels Baus, compañía fundada en Barcelona en 1979.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Félix, para el trabajo de literatura incluimos todo lo del libro o como lo hacemos :S

Félix Villafañe dijo...

No es necesario centrarse en el libro... tan solo deberéis tomar como referencia el título del cada uno de los temas. Total libertad; eso sí, 10 páginas como mínimo y 15 como máximo.